martes, 15 de febrero de 2011

Los puentes de Madison



El mejor director que sigue en activo, Clint Eastwood, firmó a finales del siglo pasado una de sus grandes obras maestras. Preciosa y apasionante, Los puentes de Madison se desliza por tu pantalla inundándola de lirismo desde el primer fotograma hasta el último.

Con el silencio como principal excusa, como no podía ser de otro modo si estás en un pueblo de la América profunda, de la que menos sale en las películas, el gran Clint Eastwood nos cuenta la historia de amor y desamor, de encuentro y desencuentro entre un fotógrafo nómada del National Geographic y una ama de casa, cansada de quedarse en casa limpiando y escuchando la radio.

Durísima película, donde el personaje de Francesca me conmociona como pocos en la historia del cine. Me lo creo desde el inicio y no digamos ya al final, posiblemente el final más desolador de cuantas películas de romance se hayan hecho en la historia del cine. Sin abusar de empalagos innecesarios y desmenuzando la telaraña que rodea a los dos personajes, Los Puentes de Madison se convierte en una historia memorable de romance y pasión entre dos personas en el momento más inesperado de sus vidas, cuando ya todo parece que no va a cambiar.

Sin nada espectacular, ni alardes de ritmo rápido, sino más bien todo lo contrario, Los Puentes de Madison te quedará sin aliento y te enseñará lo magistral del cine donde una foto hecha sobre unos puentes o una mano en el pomo del coche dicen más que mil lloros innecesarios o cien besos empalagosos

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